El deporte, en cualquiera de sus disciplinas, desempeña un protagonismo importante en la sociedad: promueve bienestar, salud y mejora la convivencia con los demás. Es también un transformador del desarrollo económico en sus diferentes contextos a nivel cultural, geográfico y político.
Este artículo se centra en la reacción del hincha frente a escenarios en el que experimenta frustraciones, alegrías, decepciones, tristezas, llantos, entre otras sensaciones de índole psicológico.
La palabra “hincha” posee un concepto muy complejo. Sus formas de expresión varían dependiendo del país donde se practique. En el fútbol, por ejemplo, se reflejan con facilidad comportamientos de alto contenido emocional estereotipando conductas variadas. No todos los seguidores de este deporte tienen los mismos intereses ni los mismos sentimientos hacia él; en algunos casos, las reacciones son controladas, pero en la mayoría de estos casos, los hinchas expresan “euforia” al celebrar el triunfo de su equipo; y la intensidad es la misma cuando se sufren derrotas.
Es menester señalar que el fútbol se ha establecido en los últimos tiempos como un eje transversal en la vida del hombre, afectando, en algunos casos, su integridad emocional.
Estudios, desde las neurociencias, explican que este patrón de conducta se debe a la zona más primitiva de nuestro cerebro, llamado “sistema límbico”, que es responsable de dirigir el comportamiento emotivo y es el encargado de los placeres y las penas en respuesta a contextos sociales. Por ello, ser hincha, simpatizante, aficionado o fanático de un equipo, significa enamorarse de sus colores, experimentando pasión, entusiasmo y lealtad. Es muy grato compartir con familiares y amigos, admirar a los jugadores que deslumbran en el terreno de juego, imaginar y sentir la presión, los nervios, la adrenalina y gritar “¡GOL!” desde las entrañas.
Hay que asumir comportamientos respetuosos por el propio equipo, los rivales y el cuerpo arbitral. De la misma manera, se debe respetar con orgullo la herencia sentimental deportiva dejada por nuestros padres, hermanos y tíos, aquellos que nos inculcaron el amor por el “equipo de todos”. Nunca dejemos de alentar y revivamos aquella pasión que nos llevó a ganar el premio FIFA como la mejor barra en el Mundial 2018. Celebremos los triunfos, pero también aceptemos las derrotas con dignidad.
Somos hermanos y hermanas, compañeros y familia de un solo equipo.
¡Arriba, Perú!
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