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La educación para adultos mayores, en una visión general y llevada con técnicas andragógicas, es un eje fundamental que garantiza y fomenta la participación de los adultos, no solo en el mundo laboral, sino también en todas las actividades sociales en su conjunto. Para la Unesco, el Aprendizaje y la Educación para Adultos (AEA) es uno de los instrumentos primordiales que deben ser desarrollados para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con una mirada al 2030, por su alcance e impacto que logra en el desarrollo personal, la inclusión y la cohesión social.
La importancia de este tipo de enseñanza radica en la socialización de las experiencias. Como lo indicaba Knowles (1913-1997), llamado el padre de la andragogía, los adultos necesitan ser participantes activos de su propio aprendizaje, diferenciándose del aprendizaje clásico de la pedagogía. Se menciona además que la formación del ser humano es un proceso permanente, las personas mantienen su capacidad de aprender a lo largo de los años, y en ello radica el fomento y la importancia de la educación universitaria para este sector de la población.
Pese a todo lo anterior, durante mucho tiempo se tuvo en el olvido la participación de las personas mayores en la sociedad, inclusive en el ámbito de formación académica. Me contaba mi padre que hace muchos años era muy conocida la frase que para conseguir trabajo lo mínimo que se necesitaba era haber concluido la media (estudios secundarios), en aquellos años, donde la educación universitaria era elitista. Ahora se podría decir –por la gran cantidad de universidades existentes– que lo mínimo es un título universitario. Los tiempos cambian.
Actualmente la necesidad es otra, los centros laborales requieren cada vez más personas calificadas con palmarés académicos. Asimismo, en las universidades, con la creación de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU), se detectaron que existían docentes sin grados de maestro e, inclusive, sin título universitario, a los cuales se les dio un tiempo prudencial para que vuelvan a los campus universitarios y regularicen su situación. Así también, en las entidades del Estado, se requieren de diversas certificaciones para optar por ascensos y demás. Esto nos lleva a concientizar que las personas mayores actualmente necesitan validar su experiencia y ser reconocidos académicamente para su continuo desarrollo.
Debido a esa razón, actualmente se han creado diversos programas universitarios para personas con experiencias, llamados también programas universitarios para adultos, que están diseñados para que estas personas puedan llevar la exigencia educativa a la par con la exigencia laboral. A pesar de las dificultades que se dieron en la crisis sanitaria mundial con la disrupción educativa, estas personas se adaptaron al cambio y lograron superarse con esa visión de vida que se propusieron. Se merecen un aplauso.
En conclusión, los programas universitarios de enseñanza para adultos son un fuerte motivador para la inclusión social de las personas mayores, pues se les brinda herramientas académicas y tecnológicas necesarias para su desarrollo dentro de la sociedad.
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