La percepción o conceptualización puede variar para cada persona, pero algo general es que el tiempo trascurre para todo el mundo. Sin embargo, no todos suelen estimar cuánto es el valor real del tiempo. En algunas ocasiones piensan que es algo que se tiene y dispone en abundancia, en otros casos se suele subestimar a este recurso, otros viven agobiados lamentándose de la falta de este y finalmente, en otro porcentaje poblacional, temen que llegue el momento final de sus vidas y no hayan logrado sus tan anhelados sueños.
Es por esto que no podemos permitirnos que el tiempo transcurra sin realizar acciones favorables a nuestro crecimiento personal y/o profesional. Por el contrario, se deben alimentar las pretensiones y fortalecer la determinación para demostrarnos que si es posible cumplir los objetivos. Y aunque el camino de la vida se haya tornado difícil, ¡es momento de creer que se puede lograr! Esta exclamación interna viene acompañada de un coloquio familiar que enuncia de manera alentadora: “Nunca es tarde para empezar”, que ni la edad ni el tiempo prescriben el futuro.
Entre los casos más representativos de consecución de logros encontramos a la escritora inglesa Penélope Fitzgerald, mujer de ideas independientes, hija del editor de la revista Punch (Inglaterra) y acompañada de una familia con afinidad religiosa y de gran nivel de formación intelectual que repercutió finalmente en su tardía dedicación a la escritura, publicando su primer libro a los 59 años de edad y, 2 años más tarde, ilustrándonos con una de sus novelas más distintivas, titulada: La Librería, que posee una trama bastante interesante, donde podemos encontrar contextos bastante símiles a nuestros espacios de la vida real.
Florence Green, personaje principal de la novela, es una mujer jubilada que vivía cómodamente y sin ánimos de generar problemas en sus años de veterana. Tenía un sueño pendiente en su vida: abrir su propia librería. En el transcurso de la novela, Florence, con mucha determinación y fortaleza, decide arriesgar toda su pensión, ahorros y energía para instalar su librería en el pueblo donde residía. Este pueblo era bastante reacio a un servicio de lectura y Florence fue criticada, saboteada y aburrida por la sociedad. Sin embargo, no todo era negativo. Tenía una compañera en su librería: una pequeña ayudante de tan solo 10 años que era la única que creía en el sueño de Florence y la alentaba a mantenerse fuerte ante los ataques externos de su pueblo. A través de momentos tristes, indignantes y felices, esta novela fresca de tragicomedia se relaciona en muchas cosas con el andar de la vida cotidiana, con momentos caóticos de las experiencias, pero también con el júbilo de los triunfos y sin olvidarnos de aquellas personas que están muy cerca alentando cada uno de nuestros pasos.
Desde la academia, exponemos la filosofía de que uno de los caminos hacia la consecución de objetivos personales y la oportunidad de brindar una mejor calidad de vida familiar es la educación. Animamos a insertarse en ella. Si bien es cierto que se presentarán innumerables temores al cursar una carrera universitaria, como pueden ser no tener el tiempo necesario, la energía o los ingresos suficientes para asumir el proyecto educativo en esa etapa de su vida adulta, reiteramos que no existe una edad definida para iniciar un estudio o emprender un proyecto. Siempre se está a tiempo de nutrirse de nuevos conocimientos y mejorar nuestro panorama futuro. Sin embargo, también es cierto que cualquier otra responsabilidad adulta aumentará la presión para llegar al final con éxito. A esto último lo llamamos motivación: debe ser constante en el tiempo, con una responsabilidad por el futuro y muchas ganas de salir adelante desde el presente.
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