La afirmación de que la Inteligencia Artificial (IA) trae consigo la espada de Damocles para acabar con el diseño gráfico es tan atrevida como ignorante. La preocupación es tal que muchas personas con vocación para ser futuros diseñadores están pasando de la duda a la negación respecto a la formación universitaria en este campo. Lo mismo ocurre con los estudiantes en formación y, en algunos casos, con profesionales poco informados sobre lo que realmente podría significar la IA en su labor.
La IA, definida como aquella tecnología que se va apoderando del mundo, rápida o lentamente, no representa una amenaza para las profesiones cuya base es la creatividad, como el arte, el dibujo, el diseño, la ilustración e incluso la fotografía. En el caso específico del diseño gráfico, su función es transmitir emociones, contar historias y generar conexiones con un público objetivo, algo que, por ahora, está fuera del alcance de la IA.
El diseñador profesional es un ser humano con habilidades propias para interpretar los requerimientos del anunciante, tanto cuantitativos como cualitativos. Su virtud y resultado de su formación profesional radican en comunicar de manera efectiva. Hasta el momento, la IA no ha demostrado la posibilidad de replicar la originalidad ni la creatividad del ser humano. Aunque recibe instrucciones para actuar, corre el riesgo de no interpretar correctamente conceptos complejos. La IA recibe indicaciones puntuales y con poco contexto, sin información histórica bien definida. Si bien es útil para encontrar propuestas, elaborar bocetos o crear lluvia de ideas, no puede crear una campaña publicitaria gráfica integral que garantice alcanzar los objetivos de la marca; para eso aún le queda un largo camino por recorrer.
La IA es simplemente una herramienta que nos permite mejorar la creatividad, agitando nuestros sentidos con ideas, colores, tipografías y expresiones gráficas. Es un generoso apoyo para automatizar tareas operativas que antes distraían el tiempo estratégico del diseñador. Además, es una fuente inagotable de inspiración para la composición visual adaptada al estilo necesario del mercado. Por último, es una herramienta de personalización que permite al diseñador tomar decisiones óptimas para la resolución comercial y social en la generación de mensajes, pero no va más allá de eso.
Es el diseñador quien lleva la chispa creativa, quien decide el enfoque artístico del contenido, la tendencia persuasiva de la comunicación y la mejor vía para el cumplimiento de los objetivos. No debemos olvidar que la innovación en el diseño siempre ha provenido de la mente humana, con su capacidad de disrupción, adaptabilidad, interpretación emocional y racional, conocimiento y genialidad. La IA no es el fin, sino más bien ha llegado para apoyar la evolución estratégica y creativa de la profesión del Diseño Gráfico. No vino a reemplazar, sino a complementar el trabajo del diseñador. ¡Bienvenida, bendita Inteligencia Artificial!