
Procrastinación académica y adicción a redes sociales en jóvenes de la región San Martín
Docente del Programa SUBE
Campus Tarapoto

En estos tiempos, el teléfono celular es casi una extensión de la mano. Entre notificaciones, videos y publicaciones, las redes sociales han pasado de ser un simple pasatiempo a un espacio donde pasamos gran parte del día. Para los jóvenes, plataformas como Facebook, Instagram o TikTok son mucho más que entretenimiento: son el lugar donde se informan, conversan, comparten y, a veces sin darse cuenta, pasan horas que quizá estaban destinadas a otras cosas… como estudiar.
Este hábito trae consigo un fenómeno muy común, pero poco admitido: la procrastinación académica. En palabras simples, es dejar para después las tareas importantes para hacer algo más divertido o fácil en el momento. ¿El problema? Que ese “después” muchas veces llega con prisas, estrés y resultados que no son los mejores.
En la región San Martín, esta situación es evidente. La falta de espacios recreativos presenciales y la presión por mantener una imagen en línea alimentan la necesidad de estar conectados todo el tiempo. El riesgo no es solo académico: también puede afectar la autoestima, el estado de ánimo y hasta las relaciones personales.
Algunos datos que llaman la atención
- La mayoría de los estudiantes admite que pospone tareas académicas para pasar tiempo en redes sociales.
- A nivel global, más de la mitad de la población usa activamente estas plataformas.
- En Perú, más del 90 % de jóvenes de 18 años tiene al menos una cuenta activa.
- El tiempo de conexión promedio supera las 3 horas diarias en muchos casos.
- Las redes ofrecen gratificación inmediata, mientras que los logros académicos requieren más tiempo y esfuerzo.
¿Por qué las redes y la procrastinación se llevan tan bien?
La explicación es sencilla: las redes sociales nos premian al instante. Un comentario, un “me gusta” o un mensaje generan una sensación de satisfacción inmediata. En cambio, estudiar para un examen o terminar un proyecto requiere más tiempo y disciplina, y la recompensa se ve mucho después.
Esto lleva a que nuestro cerebro se incline por lo rápido y gratificante, relegando lo que requiere más dedicación. Si a eso añadimos la presión de “estar siempre al día” en redes, obtenemos la combinación perfecta para caer en la procrastinación.
Factores que alimentan este hábito
Podríamos considerar los siguientes:
- Falta de organización: no tener horarios claros para estudiar.
- Distracciones constantes: notificaciones, mensajes y videos que interrumpen la concentración.
- Baja motivación: falta de interés o confianza en la tarea que se debe hacer.
- Diseño adictivo de las plataformas: contenido pensado para que no podamos dejar de mirar.
Si este hábito no se controla, no solo se afecta el rendimiento académico. También puede provocar problemas emocionales, como ansiedad, estrés o baja autoestima. Además, los jóvenes pueden perder oportunidades valiosas de aprendizaje y desarrollo personal.
¿Qué podemos hacer?
- Organizar el tiempo: establecer horarios fijos para el estudio y el descanso.
- Poner límites al uso del celular: usar temporizadores o aplicaciones que controlen el tiempo en redes.
- Buscar espacios de estudio libres de distracciones.
- Combinar estudio con ocio saludable: deportes, actividades artísticas, lectura recreativa.
- Aprender a decir “no por ahora” a la tentación de revisar el teléfono.
Conclusión
Las redes sociales forman parte de nuestra vida y no van a desaparecer. El desafío está en aprender a usarlas a nuestro favor, sin que se conviertan en una barrera para nuestros objetivos. Un uso consciente y equilibrado puede transformar estas herramientas en aliadas del aprendizaje y el crecimiento personal.
Los medios sociales forman parte de nuestra vida diaria y seguirán evolucionando. No se trata de demonizarlas, sino de reconocer el impacto que pueden tener cuando no establecemos límites claros. Aprender a equilibrar su uso con nuestras responsabilidades académicas es una habilidad clave para el presente y el futuro.
Procrastinar puede parecer inofensivo en el momento, pero acumulado día tras día, roba oportunidades de crecimiento personal y profesional. Cada hora perdida en distracciones podría ser una hora ganada para avanzar en nuestros sueños.
Si logramos usar la tecnología de forma consciente, podremos transformar las redes en aliadas: un espacio para aprender, inspirarnos y conectar, sin que nos alejen de nuestras metas. La decisión está en nuestras manos.
¿Estamos educando a nuestros jóvenes para que usen las redes sociales como herramienta y no como obstáculo para su futuro?