A muchos jóvenes hoy en día se les hace difícil definir su vocación, e incluso muchos toman el camino equivocado dejando sus verdaderos intereses, habilidades y destrezas de lado.
Es en este punto que es inevitable hacer memoria de mí, a mis 16 años, presto a tomar una de las decisiones más importantes en mi vida: elegir, cuál sería la profesión a la que me dedicaría en los siguientes años.
Elegí Derecho, por una razón principal: amo leer.
Sé que esta razón, comparada con las de otros jóvenes que han optado por esta misma carrera, puede no parecer importante; porque talvez hay quienes prefirieron seguir con la tradición familiar, pero lo cierto es que la elegí por eso, porque entiéndase que aquel hombre al que le gusta leer es aquella persona que posee mucha curiosidad, ganas de saberlo todo, aprender, entender el mundo, encontrar soluciones a sus inquietudes, pero, sobre todo, buscar la forma de contribuir a crear una mejor sociedad.
Asimismo, estoy convencido de que, así como yo, muchos alumnos que eligieron esta hermosa carrera lo han hecho porque sienten esa necesidad incesante de querer un mejor país.
Sin embargo, el mundo de hoy avanza de una manera bastante vertiginosa, pues tan solo basta con dar una breve mirada al pasado para darnos cuenta de que pasamos de ver el noticiero en televisión a blanco y negro a poder verlo a color.
A partir de aquí, nace una pregunta que nos va a acompañar a lo largo de este artículo y que vamos a intentar responder: en un mundo donde la tecnología es la principal atracción de las personas, los países y la prensa, ¿valdrá la pena estudiar una de las profesiones más antiguas?
Para responder a esta interrogante es necesario que, con ayuda de nuestra imaginación, emprendamos un corto viaje a través del tiempo, hasta situarnos en los inicios de la humanidad. Imaginen, pues, al ser humano en sus inicios, siendo errante y teniendo que cazar para que él y su familia puedan sobrevivir. Es en este punto donde somos testigos de lo que es quizá la primera institución: la familia, donde todos los miembros desempeñan un rol importante y, de esta manera, cumplir el objetivo de la supervivencia.
Ahora avanzamos un poco más, hasta encontrarnos con las primeras sociedades donde prima la ley del más fuerte, la cual consiste en que aquel ser humano que posea una fuerza descomunal sea el encargado de liderar el grupo. He aquí que nuevamente somos testigos de otro detalle importante: la jerarquización comienza a aparecer —el fuerte como líder— y las primeras reglas comienzan a tomar su curso.
Así, pasamos por las denominadas ciudades Estado —donde, en muchas de ellas, su líder era una representación divina— también por los imperios, por las grandes revoluciones, hasta llegar a nuestra época.
Hemos visto cómo las sociedades han ido evolucionando. Pasamos de la barbarie a la civilización. De debatir el poder en fuertes y sangrientas guerras a hacerlo en las urnas, gracias a la existencia de la democracia.
Pero hay algo que ha estado siempre presente, aunque no se ha mencionado o su término no haya sido el que se conoce actualmente: el derecho.
El derecho siempre ha estado presente —aunque quizá no con este término— para regular la vida en sociedad y para que esta no se desborde en un valle oscuro lleno de inseguridad y caos. El derecho es aquello que ha estado desde tiempos pasados y que se ha mantenido a lo largo de estos siglos para garantizar que se pueda seguir viviendo en armonía.
Hoy en día, existen muchos temas y puntos controversiales. Es el caso del derecho a muerte digna, el derecho a consumir tabaco o marihuana, la maternidad subrogada, entre otros. Estos temas se caracterizan principalmente porque tienen dos posturas bastantes fuertes: a favor o en contra, aunque existen algunos que prefieren abstenerse de dar una opinión.
A medida que el tiempo avanza, van surgiendo nuevas preguntas y a su vez nuevas teorías, conceptos e ideas que buscan dar respuestas a todas las interrogantes. Pero siempre veremos la presencia del derecho. Esto nos permite darnos cuenta de que, por más que el tiempo avance, el derecho se mantendrá vigente.
Esta relación entre lo nuevo y el derecho ha sido definida por el doctor Chanamé Orbe como “El Derecho y la posmodernidad”. Esto consiste en que, siempre que aparezca algo innovador, el derecho se hará presente para regularlo.
Entonces respondiendo a la pregunta formulada: Sí vale la pena estudiar Derecho en esta época, porque, por más que la tecnología sea la principal fuente de atracción, siempre se va a recurrir a este para que las nuevas tendencias y creaciones no puedan vulnerar los derechos de las demás personas. Es necesario además que todos los que estamos vinculados al derecho estemos en constante actualización. Solo así lograremos mejorar profesionalmente y podremos aportar a construir una mejor sociedad.
Pues, como diría Sánchez Carrión: “Las leyes no son más que el vínculo entre la libertad y la inmensa necesidad de disfrutarla”.
Noticias relacionadas