Durante muchas décadas el ser humano viene aprovechando los recursos naturales de los ecosistemas con fines de desarrollo, sin tener en cuenta la relación que surge entre la interacción de la vida de la naturaleza y de la sociedad. El ser humano demuestra la importancia de los recursos existentes en la naturaleza como una base de crecimiento del bienestar y una calidad de vida, sin predecir el agotamiento de dichos recursos, lo cual se percibe en la actualidad y que solo preocupa a un porcentaje mínimo de la población.
En nuestra realidad encontramos un sinnúmero de problemas relacionados con las actividades humanas sobre el ambiente; esto viene enfocándose como un problema que repercute a la sociedad y que nuestras autoridades muestran poco o ningún interés en dar solución al caso. Durante los últimos años se ha demostrado que la contaminación ambiental es, sin duda, provocada en gran parte por el ser humano.
Diversas investigaciones han demostrado que los recursos naturales existentes, sean renovables o no, están comprometiendo su existencia; es decir, la actuación del aprovechamiento desproporcionado del ser humano está causando que dichos recursos se extingan y que cada día tengamos consecuencias desfavorables dentro de los ecosistemas.
Dentro de los problemas de mayor impacto en los componentes ambientales tenemos a la calidad del aire. Desde la perspectiva ambiental, la sociedad –en su conjunto– solo se enmarca sobre el cuidado del suelo (o el agua). En menor jerarquía nos enmarcamos en el aire como un recurso indispensable para la supervivencia, calidad y bienestar de la sociedad.
Existen múltiples actividades que se desarrollan en la sociedad por parte del ser humano como el aumento de la utilización de combustibles fósiles, el crecimiento desordenado de la población, la agricultura migratoria que trae consigo la continua y acelerada deforestación con pérdidas de fertilidad de suelos y, sobre todo, el transporte, especialmente el incremento del parque automotor, que se manifiesta con efectos nocivos al ambiente a través de emisiones de gases con altos contenidos de concentraciones que sobrepasan en lo estipulado al marco normativo vigente. Además, a esto se suma la dispersión de partículas diminutas sobre los ecosistemas vitales, lo que ha conducido a que poco a poco se tomen en consideración los problemas ambientales globales y locales.
Hoy nos damos cuenta que los combustibles fósiles de mayor uso son procedentes del petróleo como, por ejemplo, la gasolina y el gas natural. Ambos recursos naturales disminuyen cada día en distintos lugares de explotación y cada vez son solicitados en mayor cantidad para diversos usos.
El incremento del parque automotor en las ciudades de mayor y menor escala produce las ¾ partes de monóxido de carbono, además de óxidos de azufre y nitrógeno. Asimismo, los gases tóxicos surgen como un contaminante primario y al entrar en contacto con la atmósfera sufren reacciones convirtiéndose en contaminantes secundarios como el ácido sulfúrico (H2SO4), ácido nítrico (HNO3), metano (CH4).
Los efectos de la contaminación ambiental sobre los seres vivos son catastróficos. Las emisiones tóxicas emitidas por los motores de los automóviles pueden causar desde problemas menores como dolores de cabeza, reducción de la capacidad de reacción y de concentración y mala visión, hasta graves problemas de salud y enfermedades crónicas de la piel, y pueden afectar las vías respiratorias, los pulmones, el corazón, el sistema digestivo, etc. Además, generan problemas infraestructurales como el oscurecimiento de edificios y monumentos.
Frente a este desafío, debemos comprender que las actividades diarias generan un impacto en el medio ambiente y, por ende, tienen efectos negativos en la salud de la sociedad. Por eso es hora de comprometernos para brindar soluciones viables en mira de un cambio social, ambiental y económico en nuestro planeta.
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