Cuando se hace mención a la salud mental, surgen paradigmas y división en cuanto a la definición por parte de la población. Hay quienes lo asocian con tranquilidad, equilibrio, bienestar emocional o cuidado de uno mismo. Mientras, otros colectivos sociales basados en sus sistemas de creencias lo ven como una frase para vender, enfermar o como algo que no debe ser considerado prioridad. Y es que el estigma en torno a la salud mental es un desafío alarmante al que afronta la sociedad (discriminación, dificultad de acceso, falta de comprensión, entre otros).
Contrariamente a los avances por comprender mejor los estados emocionales y trastornos mentales, muchas de las personas que sufren problemas en su salud mental siguen siendo estigmatizados y etiquetados por parte de la sociedad e incluso por ellos mismos, al verse enfrentados ante sus sistemas de creencias y lo que acontece en su actualidad.
Hoy en día, el estigma de la salud mental se expresa de muchas maneras. Una de las manifestaciones más comunes es la falta de comprensión y empatía hacia las personas con dificultades emocionales. Esto puede llevar a que tiendan a minimizar sus luchas y conflictos internos y creer erróneamente que "todo está en su cabeza" o a pensar erróneamente que interactuar con personas con alguna condición o situación emocional es un peligro.
Otro aspecto del estigma actual es su impacto en la búsqueda de ayuda. Esto se ve reflejado en los mitos expuestos por la Unicef (2021): “Tu problema de salud mental se debe porque eres poco inteligente”, “los adolescentes no tienen problemas de salud mental, solo son cambios hormonales”, “es inevitable hacer algo para que estés bien”, “eres débil si presentas problemas en tu salud mental”, “el buscar ayuda te hace débil”. Como seres biopsicosociales la interacción social y el compartir nuestras experiencias son base en el diario actuar, pero, si una persona con dificultades emocionales se encuentra con la barrera de la incomprensión, su lucha ya no será solo con la mochila emocional si no, también, con la falta de empatía y los comentarios o miradas juzgadoras.
Como se mencionó anteriormente, la discriminación es un estereotipo negativo, un estigma social que comprende un trato injusto o desigual a las personas por presentar una discapacidad o trastorno mental. Estas situaciones pueden influir y afectar más emocionalmente por el rechazo recibido, dañando la autoestima y las creencias discriminatorias que pueden afectar cómo se ven a sí mismas. Si internalizan la discriminación y sienten que no tienen ningún valor debido a su salud mental, esto puede tener un impacto negativo en su valor propio y empeorar su salud mental.
Las experiencias de discriminación pueden provocar estrés crónico, lo que puede conducir al desarrollo o empeoramiento de un cuadro depresivo o ansioso. Las creencias discriminatorias pueden aumentar el estrés percibido por los afectados y puede conducir al aislamiento social, ya que las personas pueden retirarse de la interacción social por miedo a ser juzgadas o rechazadas. El aislamiento social es un agente de riesgo, puesto que, la falta de apoyo social puede empeorar los síntomas y dificultar la recuperación.
En síntesis, es importante abordar de manera proactiva y comprensiva el estigma de la salud mental. La educación, la concientización y el desarrollo de empatía son pasos clave para reducir este estigma y garantizar que todos tengan acceso al apoyo que necesitan sin temor a ser juzgados o discriminados. La salud mental es un aspecto importante de nuestras vidas y merece ser valorada y respetada tanto como la salud física.
Referencias:
United Nations International Children's Emergency Fund [UNICEF]. (2021). Teacher’s Guide. https://www.who.int/publications/i/item/9789240026261
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