- Expertos alertan sobre las secuelas emocionales en mujeres, sobrevivientes y familiares, destacando la urgencia de prevención temprana y redes de apoyo para evitar tragedias.
- El impacto de la violencia de género se agrava con un aumento sostenido en los casos de feminicidios y desapariciones de mujeres. Especialistas piden medidas contundentes para frenar esta crisis.
En lo que va del 2024, Perú registra al menos 133 feminicidios confirmados, según la Defensoría del Pueblo. Este número, que supera las cifras del año anterior, evidencia que la violencia de género sigue siendo un problema crítico en el país. Además, entre enero y julio, se reportaron 3788 desapariciones de mujeres, lo que refleja la creciente inseguridad que enfrentan en todos los niveles sociales.
El feminicidio no solo cobra vidas, sino también deja profundas heridas psicológicas en quienes lo enfrentan directa o indirectamente. Según el Dr. Luis Alberto Olivo Valenzuela, psicólogo de la UCV Los Olivos, el miedo constante en relaciones abusivas genera trastornos de ansiedad, estrés postraumático y depresión en las víctimas. Este estado de alerta perpetua limita su capacidad de decisión, atrapándolas en un ciclo que muchas veces parece no tener salida.
Para los sobrevivientes y familiares de las víctimas, el impacto emocional es devastador. La culpa, la impotencia y el dolor son sentimientos recurrentes, acompañados de estrés postraumático, señala el Dr. Olivo. Proporcionar apoyo psicológico especializado, espacios seguros para el duelo y fomentar redes comunitarias son medidas esenciales para mitigar el sufrimiento y ayudar en el proceso de recuperación.
El contexto social y cultural también juega un rol crítico. La revictimización, ya sea en el sistema judicial o los medios de comunicación, agrava el trauma al generar una sensación de desprotección e injusticia. Según el especialista, es imperativo sensibilizar a estos sectores para abordar estos casos con respeto y empatía, evitando que las víctimas y sus familias enfrenten una segunda violencia.
En la prevención, la educación y el acceso a recursos como terapia psicológica y líneas de ayuda resultan vitales. Reconocer señales de abuso, como el control excesivo o el aislamiento, puede ser el primer paso para salir de una relación peligrosa. Además, el entorno social, incluyendo amigos y familiares, debe adoptar una postura activa y empática, brindando apoyo sin juzgar y acompañando en la búsqueda de ayuda profesional.
Los programas de salud mental se convierten en aliados cruciales. A través de terapias preventivas y capacitación profesional, estos programas pueden identificar y atender casos de riesgo, marcando la diferencia en la lucha contra el feminicidio. "El cambio comienza con la sensibilización y el compromiso de toda la sociedad", concluye el Dr. Olivo, quien insiste en que prevenir estas tragedias requiere un esfuerzo colectivo y constante.
El Gobierno y las organizaciones civiles han reforzado campañas y servicios de atención, como la Línea 100 y los Centros de Emergencia Mujer (CEM), pero los retos siguen siendo grandes. Mientras tanto, los llamados a una justicia más eficiente y sensible no cesan, exigiendo un enfoque integral para reducir los feminicidios y proteger a las mujeres en riesgo.