Sabemos que la modificación de conductas es un eje fundamental dentro de la psicología para concretar la mejora del comportamiento del ser humano, de tal modo que sea capaz de desarrollar su potencial y generar oportunidades en su medio que optimizan su capacidad de adaptación al cambio (Martin y Pear, 2008). Ese tipo de modificación de conducta obedece a la aplicación de métodos interactivos en el ámbito psicológico que permiten reducir satisfacción y bienestar, así como la generación de una competencia personal.
Como parte del desarrollo de estas técnicas han surgido diferentes enfoques, entre los que, a la fecha, predomina el cognitivo y conductual, de tal modo que la puesta en marcha de procedimientos en el tratamiento conductual, a partir del abordaje de la intervención en la actividad cognitiva, genere efectos positivos en la actividad comportamental.
Pese a que muchas de estas técnicas resultan sustancialmente importantes para la práctica psicológica, aún existe una filiación de estas con las prácticas sociales convencionales, motivo por el cual su aplicación no es demasiado formalizada, ya que su aplicación profesional ha sido tomada como una extensión de laboratorio (Martínez, 2012).
Cabe señalar que, como parte de la efectividad en el desarrollo de estas técnicas, es importante la capacidad del sujeto en tratamiento para lograr el nivel adecuado de autocontrol, el cual le permita adecuarse a su medio en la medida en la que instaure las técnicas de modificación de conducta en su vida cotidiana; caso contrario, el profesional de psicología poco podrá aportar a la rehabilitación del paciente. En tal sentido, el proceso terapéutico debe tener como principal protagonista al paciente, el cual genera su posibilidad de mejora (Pellón, 2013).
Como conclusión, debe destacarse que, si bien existen diferentes enfoques teóricos que permiten abarcar técnicas psicológicas para la modificación de conductas, todas están orientadas a poder reformular el comportamiento y pensamiento del paciente, de manera que este permita identificar aquellos pensamientos o cogniciones defectuosas que conlleven a la reestructuración de su conducta, y, por ende, a una mejor adaptación circunstancial.
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Martin, G. y Pear, J. (2008). Modificación de conducta: qué es y cómo aplicarla. México: Fondo de la Universidad de Manitoba.
Martínez. E. (2012). El tiempo fuera como herramienta correctiva. España: Perspectivas psicológicas.
Pellón, R. (2013). Watson, Skinner y algunas disputas dentro del conductismo. Revista Colombiana de Psicología, 22(2), 389-399.
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