Vivimos en una sociedad que camina aceleradamente. Cada día tiene sus propias inquietudes y necesidades, llevándonos a una vorágine de consumismo e individualismo. Cada mañana salimos a la calle y nos internamos en esa jungla de cemento donde el gris es el color del hábitat que nos rodea. Cada quien viaja a sus centros de labores ensimismados en un consumo de datos en sus teléfonos móviles. Nos cruzamos con todo tipo de personas que percibimos como postes de cemento gris que no llaman nuestra atención. Rutina que repetimos cada nuevo día. Nos hemos vuelto indiferentes a lo que sucede a nuestro alrededor, incluso en los espacios tan cercanos como nuestro centro de labores o estudio.
Inclusión: aun así, viviendo esta realidad, cada uno de nosotros somos parte de alguna organización. Somos parte importante en la gestión y en los procesos para que se cumplan los objetivos planificados, dando como resultado crecimiento, reconocimiento y mérito. Todo esto es producto del trabajo conjunto, coordinado y planificado. Cada uno en su lugar y tiempo.
Ahora bien, ya que cada día integramos un equipo de trabajo, debemos preguntarnos: ¿conocemos a las personas que son parte de nuestras áreas de trabajo? Muchos dirán: “Sí, conozco a José que es el analista; a Pedro, que es de redes; a Jimena, que está en recepción y al simpático Felipe, del área comercial”. ¡Qué bien! Los conocemos y sabemos sus nombres, alguno de ellos fue reconocido como el empleado del mes o hicimos un alto a las actividades para compartir una torta por su cumpleaños.
Exclusión: sin embargo, volvamos al inicio de las primeras líneas. ¿Qué hay de las personas que trabajan en nuestra organización y pasan desapercibidas, invisibles para casi todos, muchas veces vistas por sobre el hombro, sin un saludo o una amable mirada, vistos como los postes grises de las calles? ¿Sabemos quiénes son o cómo se llaman, en qué consisten sus labores, de dónde vienen, si tienen familia?
Hace poco se llevó a cabo el simulacro nacional ante lluvias intensas y las señoras de mantenimiento y limpieza estuvieron de brigadistas dirigiendo en orden el desplazamiento de las personas a lugares altos. Todas ellas cumpliendo su misión con una sonrisa amable y voz firme. Al fin de simulacro se congregaron y tomaron fotos en los jardines, orgullosas luciendo sus chalecos amarillo fosforescente de brigadistas. Disfrutaban de ese pequeño momento donde las personas las vieron y siguieron sus indicaciones.
Esto me lleva a mencionarlas para que las conozcan un poco más. Janet, que dejó su trabajo de vendedora de zapatos que le absorbía todo el día, para trabajar en turnos fijos y así tener tiempo para dedicarlo a sus hijos de 15 y 8 años: “Mi hija me dice que no quiere que su hermanito crezca como ella, cuando yo no tenía tiempo para ir a verla recitar en el colegio o salir a pasear”. Martha, que vino de su natal Samne acompañando a su hija a estudiar en la universidad y se quedó aquí con ella: “Mi hija postuló a la nacional y no la agarró. La matriculamos en una universidad privada. Ya vamos 4 años en Trujillo y tengo que estar cerca de mi hija hasta que termine la carrera. Es algo que ella misma me lo pidió y así estamos. Por eso conseguí este trabajo en limpieza para solventar los gastos”. Rita lleva varios años en el área de limpieza, nadie deja los pisos más relucientes que ella y siempre responde con una sonrisa: “Sí, me siento bien trabajando aquí, las compañeras nos conocemos y somos unidas. Todas tenemos problemas y necesidades, estamos para apoyarnos unas a otras”. Y Raquel, madre de los jovencitos Luis y Jaime, que vive en Florencia de Mora y es de poco hablar, esté leve o pesado el día de trabajo siempre se le ve con el uniforme hecho un anís y los zapatos brillosos: “Diosito no me abandona y con su bendición mi hijo mayor termina su carrera este año. Solo quiero que Dios guíe sus caminos”.
Verlas fotografiarse juntas y sonrientes, felices ellas de haber participado en una actividad que congregó a todos en el campus, me genera la idea de que somos ciegos y no nos damos cuenta de cuán importante es su trabajo, que aún nos falta mucho para entender e interiorizar el significado de la palabra inclusión, ver que son parte de los procesos y de la cadena operativa dentro de la organización. Son personas que existen y debemos reconocer el trabajo que realizan, no excluirlas con nuestra indiferencia.
Luego de leer estas líneas, ¿cuál será nuestra actitud la próxima vez que nos crucemos con ellas? ¿Seguiremos viéndolas como seres grises o invisibles? De nosotros depende darle color a nuestros días y aplicar la verdadera inclusión.
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