Hoy, la comuna sanmartinense se ha visto afectada en su salud mental social debido al acontecimiento que ocurrió en horas de la mañana, que tuvo como fatal desenlace la muerte de una persona y dos heridos por arma blanca. Sin embargo, estos sucesos deben permitirnos realizar un análisis más profundo de lo que realmente está sucediendo con nuestra sociedad.
Es comprensible que, como seres humanos, estemos aterrorizados por el incremento de los actos delictivos que se están llevando a cabo en nuestra comuna y que nos obligan a caminar siempre alertas, perdiendo así nuestra propia libertad de transitar sin temor alguno por las diferentes calles de nuestra ciudad. Del mismo modo, son entendibles las reacciones propias de los miembros de nuestra sociedad al solidarizarse con las familias afectadas por este trágico acontecimiento, ya que se ven identificadas con el dolor de su prójimo, permitiéndonos recordar que San Martín es una sociedad unida y humana que busca ayudar a quien ve en peligro; sin importar muchas veces las consecuencias inmediatas.
Sin embargo, nuestro dolor no debe quitarnos la objetividad del caso. Así como este hecho nos permite reconocer nuestras fortalezas colectivas, también nos muestra una realidad latente en donde la salud mental vuelve a jugar un papel protagónico y no por algo positivo. Lamentablemente, las enfermedades de salud mental son consideradas poco importantes por la misma sociedad que hoy se identifica con el dolor de las familias afectadas por este hecho; siendo aún más triste el darse cuenta del abandono de los propios familiares de estos pacientes, quienes buscan deshacerse del problema y pretender que la sociedad y el estado se hagan cargo de ellos.
Hoy no estamos frente a un caso cualquiera, sino ante un problema real de salud pública que necesita ser abordado desde las bases mismas de la sociedad con una visión holística e integral. No podemos irnos despojando de lo que no nos gusta sin enfrentar el verdadero corazón del problema. El Ministerio de Salud continúa invirtiendo en el fortalecimiento de las redes de apoyo para los pacientes con problemas y/o trastornos de salud mental, creando los centros de salud mental comunitarios, los hogares protegidos, las áreas de hospitalización y ahora los equipos de salud mental itinerantes. Sin embargo, ninguna de estas políticas públicas será exitosa mientras continuemos luchando con la indiferencia y el escaso compromiso con el que tenemos que enfrentarnos los profesionales que trabajamos en esta área. No solo nos enfrentamos al estigma de la comuna, sino también al abandono personal, familiar y social de estos pacientes.
En ese sentido, aprendamos a ser más empáticos y tolerantes, especialmente aquellos profesionales que formamos parte del equipo básico de salud mental, incluyendo a los estudiantes de pregrado, sin dejar a un lado a la sociedad misma. Por lo tanto, les exhorto a gestionar adecuadamente nuestras emociones y a realizar un análisis exhaustivo del problema. Los trastornos psicóticos son una realidad latente y no podemos darles la espalda.
Noticias relacionadas