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The Truman Show

Por: Universidad César Vallejo
Agosto 13 de 2022
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Truman Burbank vivía una vida feliz, tenía una esposa maravillosa, se llevaba bien con sus vecinos, tenía un trabajo estable, un mejor amigo de la infancia y vivía con un único pesar: la muerte de su padre. Para la mayoría de nosotros sería una vida soñada y hasta ideal, para Truman también lo era, pero no sabía que toda su vida era un show de televisión, se proyectaba 24/7 y era todo un mundo creado por una empresa que televisaba toda su vida. Un día cualquiera, su padre se le cruza en la calle e introduce en su vida la inefable y arriesgada aventura de la duda, la sospecha de que algo no iba bien. A lo que nos enfrenta The Truman Show es al dicotómico planteamiento entre la realidad y la verdad (o mentira) de los hechos. Nuestro protagonista vivía en una realidad falsa, que otros manipulaban, pero para Truman era su realidad, este no podía dar la vuelta al tapiz y, en palabras de Nietzsche, no estaba en condiciones de conocer los hilos con los que se tejía su historia, vivía en una mentira deliberada. En la última escena, Truman navega hacia el horizonte, ignorante aún de su devenir, pero con el afán de huir. Pues el horizonte resultó ser una pared de cartón que fue perforada por el mástil de proa, pared donde encontró una puerta, la de salida. En ese momento, el productor del programa le pregunta: “¿Qué buscas? Tu mundo tiene seguridad y felicidad”, pero lo que buscaba Truman era la verdad. La verdad podría ser entendida como una adecuación intensa de lo que se dice con la realidad acontecida. Este ha sido uno de los tópicos que ha generado mayores debates en el devenir de nuestra historia, en esa búsqueda recurrimos a la verdad revelada, a la filosófica y a la científica; ahora mismo debe ser uno de los anhelos de cualquier sociedad y es la bandera de lucha de quienes sueñan con una moralidad kantiana, pero ¿es posible conocer la verdad o, al igual que el alma, Dios y el mundo, su análisis debe quedar para la metafísica? La verdad y la mentira no existen, ya que no hay un método que nos permita acreditarlas de manera confiable. Según Derrida, la mentira es deliberada y su conocimiento solo estará en quien la afirma. Mientras tanto, al igual que Truman, solo podemos aventurarnos a la sospecha, a la duda. Tal vez lo que se nos dice solo sea la adecuación de una realidad interpretada por quienes ejercen poder. La felicidad y la seguridad que se nos venden tal vez solo sea parte de un show de televisión.
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