El Gobierno y Congreso de la República tienen una elevada y constante desaprobación debido a su inacción e indolencia frente a los problemas que aquejan al país como: la recesión económica, la inseguridad ciudadana, la corrupción endémica, entre otros. Están más preocupados en el apoyo financiero a empresas estatales insostenibles o en dar bonos parlamentarios, lo cual evidencia sus verdaderos intereses y su exitoso desgobierno.
Vivir en anarquía no es algo nuevo para el mundo y menos para América. Países como Haití, El Salvador y, últimamente, nuestro vecino Ecuador, nos revelan lo cercano que estamos de poder vivir esta trágica realidad. Esto impulsa a la ciudadanía a clamar por un gobernante que, imaginamos, sea la solución, dispuesto a sacrificar nuestra libertad y someternos a la “mano dura” para salir de este caos. Pero: ¿es esta la solución?
Un Estado fuerte es necesario para generar confianza en las personas, con el fin de que puedan creer que las medidas tomadas darán el crecimiento económico esperado, que hacer cumplir las leyes nos darán la tan ansiada seguridad y, que el manejo responsable del dinero de todos, es decir, disciplina fiscal, sería un buen inicio para disminuir la corrupción. Este sueño es el que todos tenemos, pero es solo eso: un sueño.
Creíamos en los poderes del Estado -Ejecutivo y Legislativo- que, alegando a su famoso peso y contrapeso, podrían fiscalizarse entre ellos, pero la realidad es que se han unido para defender sus propios intereses y no el de los ciudadanos. Esto ocurre en todos los países que tienen democracias precarias. Si viven en anarquía como Haití, serán tomados por pandillas; si venden su libertad por un crecimiento esperado, obtendrán una dictadura como Venezuela.
Debemos tener un Estado fuerte que nos brinde seguridad y desarrollo, pero también debe ser vigilado por una sociedad igual de firme y movilizada, para ejercer un control de manera activa. La controversia entre Estado y sociedad siempre existe; no ser conscientes de ello, nos llevaría a la desesperanza de vender nuestra libertad y pasar de la anarquía a la dictadura.
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