La violencia es una situación problemática que siempre ha existido y ha sido manifestada de diferentes maneras a través de conductas sexuales, físicas, verbales, entre otras. El Ministerio de Educación (Minedu) ha registrado más de 40 000 casos de violencia en los escenarios escolares entre los años 2013 y 2022, con docentes y alumnos como protagonistas. De estas cifras, 7 755 casos han sido asociados al bullying y al ciberbullying.
Es necesario recalcar que el bullying se expresa mediante conductas ligadas a la persecución física o psicológica que realiza el agresor o acosador hacia la víctima a través de ataques consecutivos: insultos, amenazas, golpes y otras características de índole agresiva. Asimismo, el agresor busca generar situaciones donde aísle a la víctima del medio social y la excluya de su entorno. Actualmente, las evidencias que ha traído consigo el bullying son alarmantes en el Perú y el mundo; incluso, ocasiona que las víctimas ataquen a sus agresores cansadas del maltrato y, en el peor de los casos, concluye con la muerte de las víctimas.
Frente a lo mencionado, se visualizan situaciones que involucran a los alumnos denominados acosadores, quienes presentan dificultades para socializar, les resulta difícil respetar a la figura de autoridad y buscan siempre conseguir lo que desean. Del mismo modo, muchos de ellos se han desarrollado a través de diferentes estilos parentales, lo que trae como consecuencia hijos de padres permisivos y ausentes quienes carecen de estrategias asertivas para la crianza de los menores; de la misma manera, suelen crecer en hogares con características violentas, donde los padres se convierten en modelos negativos dentro del desarrollo de estos.
Por otro lado, se encuentran las víctimas quienes muchas veces no identifican que están siendo acosadas. Resaltan en ellas características como baja autoestima, dificultad para comunicar y defender sus ideas, dificultad para relacionarse con su grupo social o familiar, poco involucramiento en actividades grupales. Además, provienen de hogares que muchas veces sobreprotegen sus actividades, e incluso de padres con características autoritarias, quienes no permiten que estos se expresen de forma asertiva, lo cual debilita la comunicación y la confianza.
Los agentes educativos (institución educativa, familia y sociedad) tenemos una tarea ardua y urgente en cuanto a la aplicación de estrategias, tales como observar las conductas de los alumnos, no solo en clase, sino también en el receso (momento en los que mayormente se observan estas conductas), psicoeducar al alumnado, a la plana docente y a los padres de familia en cuanto a la identificación de cambios conductuales en sus menores hijos, y conducirlos bajo la orientación de un profesional de la salud mental. Asimismo, es importante entrenarlos en cuanto a habilidades sociales, control de impulsos y resolución de conflictos, siempre en busca de concientizarlos en la erradicación del tema.
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