Ad portas del Día Mundial de la Salud Mental, la agenda en nuestro país revela postergaciones históricas de las profundas desigualdades de la accesibilidad oportuna a los servicios de salud mental, especialmente de las poblaciones más vulnerables. Este escenario se refleja con una alta carga de afectación de problemas de este tipo, principalmente en los grupos de riesgo, los cuales trastocan y evidencian un sistema de salud muy precario e ineficaz que colapsó a inicios de la pandemia y profundizó las inequidades de larga data en la salud mental en nuestro país.
Según el Ministerio de Salud, en el periodo 2021, un total de 313 455 personas fueron atendidas con depresión a nivel nacional a través de los diversos servicios de salud mental, incidencia que refleja un incremento del 12 % de casos con respecto al periodo prepandemia. Asimismo, el reporte epidemiológico indica que se atendieron más de un millón de casos de problemas vinculados a la salud mental. La mayor parte, relacionados con desórdenes depresivos y trastornos de ansiedad, además de otros trastornos mentales severos. Asimismo, entre enero y agosto de 2022, se han reportado 293 065 casos de ansiedad, 179 338 de depresión, 42 206 de consumo de sustancias psicoactivas y alcohol y 152 834 casos de violencia.
Otro estudio del Instituto Nacional de Salud Mental (INSM), del Ministerio de Salud, indica que el 52.2 % de la población de Lima Metropolitana sufre de estrés de moderado a severo, causado principalmente por la COVID-19, problemas de salud, económicos o familiares que impactaron sustancialmente en su estado mental.
La OMS estima que las secuelas de la etapa pospandemia estarán relacionadas con la carga de enfermedades atribuidas a la salud mental, lo que afectará principalmente a los grupos de riesgo con un impacto económico muy importante a nivel regional y global.
Frente al escenario descrito, este 10 de octubre, en todo el mundo, debemos promover y desarrollar espacios de reflexión, sensibilización e incidencia multisectorial ante las postergaciones de políticas públicas a favor de la salud mental, priorizando principalmente a las poblaciones deprimidas y estigmatizadas por este problema. Dentro de las acciones públicas, busquemos asegurar que las atenciones sean una realidad universal tangible para nuestra población en general.
Finalmente, la salud mental es de responsabilidad compartida, pues responde a que promovamos, en el lugar donde estemos, espacios positivos y de bienestar por el bien común y seguir trabajando por un país más saludable y equitativo para una cultura de paz.
Noticias relacionadas