Fue el francés Emile Boirac quien utilizó este término hace más de un siglo, el cual hace referencia a la sensación de vivir una situación actual y novedosa como si previamente la hubiéramos vivido.
Los que caminamos en la década del 80 y aún tenemos memoria recordamos la seria inflación que vivimos y, por ende, la necesidad de buscar alimentos sustitutorios al alcance de los bolsillos de la mayoría de peruanos, situación lamentablemente repetida en la actualidad. Por otro lado, hace algunos años veíamos a la población de nuestro hermano país de Venezuela salir a reclamar contra su gobierno mediante los famosos “cacerolazos” intentando mostrar su frustración al ver el mal manejo económico y social, con motivaciones idénticas a las de las últimas marchas que hemos vivido los últimos meses. Sin embargo, en ambos ejemplos, el gobierno de turno siempre encontraba un responsable ajeno a él, sin reconocer que la crisis y la desazón experimentada eran producto de su mala toma de decisiones.
Alguna vez leí: “El éxito de una persona radica en conocerse a sí mismo”, lo cual implica que, si uno logra reconocer sus errores y los corrige, llegará a ser un mejor ser humano. Pero, por otro lado, ¿qué sucede si nunca llego a hacer ese mea culpa? El cerrar los ojos a mi falta de capacidad y aferrarme a mi postura personal solo para no darle el gusto a mis detractores ni asumir que realmente realicé de manera deficiente mis labores, me puede generar consecuencias perjudiciales y, lo que es peor, a las personas que dependen de mis decisiones.
Vivir nuevamente la violencia en las calles, la carencia de alimentos, la zozobra por el futuro que vivimos nos hace sentir ese déjà vu sobre situaciones que nadie quiere volver a vivir por ser momentos que solo nos han causado mucho daño. Es necesario que seamos conscientes de que el tiempo pasa y la historia se escribe cada día, por lo que no debemos esperar que se cause daño innecesario o nos enfrentemos entre hermanos de un mismo país para hacer algo positivo para cambiar dicha situación. Quienes tienen la rienda política de nuestro país deben comprender que somos aves de paso en cargos públicos y que lo único a lo que debemos aspirar es a realizar nuestro trabajo de la mejor manera posible. Recordemos que un país y la salud física y mental de sus habitantes no obedecen a ideologías de izquierda, derecha o centro, pues encuentra su sustento en la confianza depositada en sus gobernantes a través del voto popular, confianza que no debe ser traicionada por intereses personales ni partidarios.
Noticias relacionadas